Lápidas de Enrique Palahí y su esposa Adela Llopis, en el cementerio de Orrios
A veces, paseando por los cementerios de la provincia llegamos a descubrir personajes muy curiosos, y desconocidos en nuestros días, como este matrimonio formado por Enrique Palahí y su esposa Adela Llopis que encontramos en el cementerio de Orrios, cuyas dos lápidas se encuentran casi a la entrada del cementerio.
La primera lápida, de Enrique Palahí Moragas, es de mármol negro, con el perfil ideal del frontal de un féretro con una cruz latina en la parte superior. Bajo la cruz está el epitafio:
D. O. M
D. Enrique Palahí y Moragas
Subinspector sanidad militar
Falleció el 27 de julio de 1903
A los 74 años de edad
Recuerdos de su esposa e hijos

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Muy cerca descansa Adela, con la lápida más maltrecha por el tiempo y en la que apenas se distingue a causa de la técnica utilizada, el raspado de la piedra para pintar en blanco sobre el mármol negro. También ésta es de mármol negro; y tiene un Virgen doliente con un halo grabada en la parte superior de la lápida. Debajo vemos su epitafio sobre un pergamino:
R. I. P.
Rogad por el alma de Dª. Adela
Llopis Baguena que falleció
El 24 de marzo de 1922 a los 75 años
Tus hijos y nietos que no te olvidan

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Este enterramiento nos parece curioso porque ninguno de los dos es originario de Orrios. Sobre ellos hemos encontrado poca información pues tristemente los archivos se perdieron en la Guerra Civil, como sucede con muchos pueblos en la provincia.
Enrique nació el 15 de enero de 1829, creemos que nació en Girona, ya que hay mucha relación del apellido con dicha población.
Pensamos que no debió pertenecer a familia de tradición militar ya que hemos encontrado a otros dos hermanos y se dedicaban a otros oficios. Narciso fue abogado y Aniceto profesor. Probablemente tuviera más hermanos.
En 1857, el 19 de junio, con 28 años, se licencia en medicina militar. Pero curiosamente ene en la revista médica de Madrid aparece un año antes, el 19 de mayo de 1856, por orden real, cómo segundo ayudante médico del Segundo Batallón del Regimiento de Infantería de Isabel II.
En 1858 será primer ayudante de Segundo Batallón del Regimiento de Infantería de Isabel II.
Entre 1859 y 1860 formó parte del servicio médico de la primera guerra de Marruecos, finalizando la guerra con el Tratado de Wad-Ras, firmado el 26 de abril de 1860, que declaraba a España como vencedora e imponía a Marruecos una serie de cesiones e indemnizaciones. Sabemos que Enrique Palahí estuvo en la Primera División de la Primera Brigada como ayudante segundo médico del Segundo Regimiento de Infantería de Castilla número 16.
En 1862 vuelve como segundo ayudante médico del Segundo Batallón de Albuhera, núm 26.
En 1863 vemos que se le conceden dos condecoraciones de Isabel la Católica.
En 1864 aparece una noticia en el Pabellón Médico, donde nos dice que se le conceden a Enrique cuatro meses de licencia para establecerse en Girona. Era entonces el primer ayudante médico del Regimiento de Caballería de Húsares de Pavía.
En 1866, escribe en unión con Nemesio Gili y Casanovas la "Memoria de la epidemia de cólera morbo de 1865 en la guarnición de Barcelona", que fue leída en la Academia Médica Literaria del Cuerpo de Sanidad Militar.
En 1867 sigue en el Regimiento de Caballería de Pavía, donde es ascendido a subinspector de segunda clase como médico mayor y, además, consigue otra condecoración, la de Carlos III.
Entre los años 1869 y 1872 estará en el Regimiento de Caballería de los Cazadores de Alcántara.
En 1873 sigue con el Regimiento de Cazadores de Alcántara. Leemos que ingresó en el cuerpo un año antes de lo que pensábamos, el 15 diciembre de 1856. También en ese año obtiene nuevas condecoraciones, la del Mérito Militar Rojo de Primera Clase y la medalla de La Orden de la Corona de Italia.
En 1874 lo destinan al hospital militar de Mahón. El periódico El Bien público nos dice que Enrique Palahí ha sido nombrado como médico mayor para el reconocimiento de provisiones y la visita de los señores oficiales, por orden del gobernador militar
El 14 de julio de 1876 aparece en el periódico de Mahón El Bien Público una carta escrita por Enrique Palahí; para exculparse por la muerte por viruela de Sebastián Riudavets, pues se le acusaba de desconocer que el enfermo estuviera afectado de viruela. En su carta nos dice que le estuvo dándole cuidados hasta el final, que lo trataba de la viruela y que, además, estuvo consultando simultáneamente con otro médico distinguido de la ciudad, Andrés Hernández. Remata la carta diciendo que si alguien tiene dudas sobre su actuación que le pregunten al doctor Hernández y a la viuda. Y que los murmuradores no hablen de lo que desconocen.

Tres días después, aparece otra carta, pero está vez del doctor Hernández y de la viuda del señor Riudavets, Magdalena Pons, a favor de los métodos del señor Palahí. Dice Magdalena que en todo momento, tanto ella como la familia, estuvieron informados de los procedimientos médicos, "una sangría y dos cortas aplicaciones de sanguijuelas", que como se sabe es el mejor tratamiento para la viruela, y del triste final.
En diciembre de 1876 es trasladado al hospital militar de Tortosa, sustituyendo a Tomás Casas Martí.
Y un año después lo trasladaron al hospital militar de Girona. Allí estuvo entre 1879 y 1883. Durante esos años le conceden otra condecoración al Mérito Militar de Segunda Clase Blanca.
En 1881 cuenta La Revista de Gerona que siendo joven Enrique Palahí, ayudó a Juan Isern Battlo, un reconocido botánico, a completar el herbario del Instituto de la ciudad.
En 1883 le trasladan al hospital militar de Sevilla, y un año después es nombrado director de dicho hospital. Fue director de dicho hospital durante dos años.
En 1886 aparece como subinspector médico de segunda clase retirado.
Además, fue el tío del Deán de la catedral de Tenerife Luis Palahí Hidalgo y Quintana, que fue director administrativo de las obras de la Catedral.
Hay muchas cosas que no sabemos por la desaparición de los archivos, como cuándo se casa, Enrique y Adela Llopis Báguena. Tampoco sabemos nada de Adela ni cuántos hijos tuvieron, aunque, por las lápidas, sabemos que tuvieron hijos y nietos.
Y lo más nos excita la curiosidad es que no sabemos porque acabaron enterrados en Orrios. ¿Tendría alguna vinculación familiar Adela con el pueblo? Gracias a Clemente Alonso Crespo sabemos que Adela dono una casa a la Iglesia, según fuentes verbales. Hasta ahí llegamos hoy.
¿Aparecerá algún nuevo eslabón en la cadena de información para que podamos seguir avanzando en nuestra búsqueda? Esperemos que sí, pero para que eso suceda los archivos de la provincia deberían de estar digitalizados y al alcance de los ciudadanos, como pasa en tantas y tantas provincias. A ver si nuestros políticos se espabilan y le prestan atención a la cultura y la historia que se apolilla en los armarios, sótanos y desvanes.